La perseverancia impide el fracaso, yo defiendo eso, y voy a explicaros por qué. Cualquier proyecto necesita grandes dosis de trabajo pero no es suficiente. Antes ha requerido una cosa mucho mas escasa y es la valentía de emprender. Hablo de abandonar todo y lanzarse a por el proyecto, de sacrificar el tiempo libre para ir preparándolo.
No todos nos sentimos armados del valor que hace falta para lanzarnos a una piscina y aventurarnos a ver que pasa en la lucha por un proyecto propio. En primer lugar porque es un riesgo en el que se invierten sueños, mucha ilusión, muchas energías, trabajo y en la mayoría de los casos, no siempre, mucho dinero. Digo que no siempre porque hay proyectos en los que se puede emprender sin invertir, como uno que yo desarrollo desde hace 28 años aprovechando inversiones de otros y desarrollando una empresa con riesgo cero.
Pero en el resto de negocios o emprendimientos, es imprescindible arriesgar mucho o poco capital. Eso incluye la incertidumbre de si todo ese esfuerzo y trabajo servirá para algo o si por el contrario acabará perdiéndose en el tiempo y de paso arrastrando todo el dinero invertido. Por eso digo que hace falta valentía, porque nunca hay garantías de que el éxito sea el destino final.
El trabajo es convertir los contactos en relaciones
En segundo lugar, y una vez que nos ponemos en marcha y empezamos a desarrollarlo, es necesario interactuar con muchas personas de todo tipo. De hecho todos hacemos contactos ya que es fácil empezar, pero pocos trabajan esos contactos para convertirlos en relaciones. Ese factor de conversión es ya mas lento, requiere visión y tener claro cual es el objetivo, que no es otro que cuidar la semilla para que acabe dando un árbol del que en el futuro poder recoger algunos frutos. Pero solemos tener mucha prisa, y eso es nefasto.
¿te imaginas un jardinero que solo sembrara y nunca mas se acordara de regar la planta? ¿Te imaginas que nunca le quitara las malas hierbas? ¿Que no viniera a abonarla periódicamente y volviera 6 meses después a recoger las naranjas que haya dado?
¿te imaginas meter un pajarito en una jaula y volver en 8 meses después a escucharle cantar sin haber parecido en ese tiempo a darle de comer o beber?
Suena raro ¿verdad? Entonces piensa en ese contacto que hiciste en un evento con el que intercambiaste tarjetas. Ese con el que quedaste en veros un día para tomar un café y conoceros mejor y ver que sinergias podíais encontrar. ¿Crees que se va a acordar de ti 6 meses después si no le has vuelto a llamar en todo ese tiempo?, ¿y por qué piensas que va a querer ayudarte a facilitarte determinada información que necesitas? ¿Por qué va a estar interesado en conectarte con tal persona o presentarte al director de tal empresa si no recuerda ni quien eres?
Y ahí es donde entra la visión de la que hablaba. Esa visión debe hacernos entender que esos contactos hay que cuidarlos, que hay que crear la relación granito a granito, día a día. Que hay que interesarse por la otra persona de forma sincera. Hay que aportarle valor de alguna forma, en muchas ocasiones a lo largo del tiempo. Hay que transmitirle que nos interesa como persona. Que queremos trenzar la relación con él sin esperar sacar nada a cambio ni a través suyo, Que no le estamos utilizando. Que nos perciba cercano y próximo.
La perseverancia impide el fracaso
Esa es la perseverancia. Y ahí no encaja el aceptar rendirnos por haber medido lo que nos reporta cada relación a final de mes y que no creamos suficiente. No funciona así. Deberemos medirlas por cuanto le hemos aportado o en cuanto las hemos enriquecido en esas cuatro semanas. ¿En qué términos traducimos entonces perseverancia? Significa seguir con el objetivo en mente, sin despistarnos. Perseverancia es el nombre que le damos al salvavidas de nuestro proyecto. No dejar que la mente dude de hasta cuando debemos continuar. Perseverancia es ser el picapedrero que da uno o mil golpes a la piedra hasta que se quiebra en pedazos. Por eso digo que la perseverancia impide el fracaso, porque solo fracasamos si nos rendimos.
En resumen, haz una red de relaciones, no un fichero de contactos, y no desistas nunca. Vete creando y fortaleciendo puentes entre las islas voladoras con las que te relaciones. Sin medir cuantos haces ni lo que te reportan. En esta carrera no hay final, es una actitud de vida, una actitud de Networking. Mantente disfrutando del camino hasta el día que te mueras, sea dentro de dos o doscientos años.
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