Inteligencia Relacional

Tus reacciones determinan tus relaciones

Empiezo por dejarte claro que tus reacciones determinan tus relaciones y te lo voy a explicar. Para entenderlo veremos algún aspecto importante. Todos tenemos cientos de relaciones, aunque solo mantengamos contacto habitual con unas pocas, sin embargo, no con todas conseguimos la misma compenetración. De hecho, con algunas de ellas se estropean por alguna discusión. Analicemos qué está pasando ahí.

Imaginemos que de pronto te dan el superpoder de un dragón. Si, un dragón como los de las películas, de esos que echan fuego por la boca. Ahora imagínate que estás en una reunión y la otra persona ha dicho algo que te ha molestado, algo por lo que te has sentido atacado, herido, ofendido… Y tú, como reacción, abres tu boca y cuando los demás esperan una respuesta, tu empiezas a echar fuego, llamaradas potentísimas que les abrasan la cara, el pelo, la ropa. ¿Qué crees que harían ellos ante tu fuego? Efectivamente, huir o atacar. Atacar o huir. Bueno, y protegerse de tu fuego.

.

enfado

.
El dragón participa, lo sepas o no

Eso es lo que haces cuando en una reunión discutes, o cuando te comportas de forma agresiva, aunque no lo hagas enfurecidamente. Lo haces cuando profieres palabras que atacan, denostan, o tratan de humillar ya sea directa o indirectamente, por ejemplo, con frases irónicas. Incluso cuando tratas de imponer tu criterio sin dejar al otro exponer o defender el suyo. Estás echando fuego. Y entonces es cuando toma cuerpo la frase de que tus reacciones determinan tus relaciones. Solo pregúntate ¿Qué habrá sentido la otra persona cuando ha salido mi dragón a participar? ¿Qué habrá pensado de mí? ¿Qué habrías sentido tú si lo hubieran hecho contigo?

Y no solo en una reunión de trabajo, sino con un compañero, un empleado, tu pareja, tus hijos, tus amigos, un cliente o un proveedor. Estás abrasando a todos. ¿Y por qué? Porque sentiste un ataque o una agresión verbal, que quizás lo fuera o quizás no. Es posible que solo se tratara de una percepción que desató en ti ciertas emociones. Ya analizaremos en otro post el motivo de que eso ocurra y cómo resolverlo, pero hoy quiero que te centres en cómo respondes. Quiero que te des cuenta de que esas reacciones son las que determinan el nivel de tus relaciones y su duración.

Los lenguajes del dragón son variados

Evidentemente, si en vez de fuego emanaran aromas como los de las flores, agradables, sencillos, o la brisa del mar al amanecer, o quizás aires de naturaleza limpia después de haber llovido llena de petricor… las reacciones de las otras personas serían muy diferentes ¿verdad? Pues dale una vuelta a como están siendo tus reacciones habitualmente con las personas con las que te compartes tiempo. Empieza por los más cercanos: pareja, hijos, padres, hermanos. Y no te dejes al resto: compañeros, empleados, clientes o proveedores, o incluso vecinos, camareros o personas que te den algún servicio. ¿Sueles gritar o elevar el volumen de tu voz para imponer tu criterio? ¿Utilizas el tono de queja o el autoritario? ¿Tus gestos son de desprecio, menosprecio, asco o ira? Pues estás sacando al dragón a pasear, lo sepas o no.

Ese tipo de gestos, en muchas de las ocasiones los hacemos sin ser conscientes, pero hablan tan alto como cuando elevas el tono o gritas. No importa si tú te das cuenta. La otra persona sí, y eso es suficiente. Supongo que vas comprendiendo por qué te digo que tus reacciones determinan tus relaciones, para bien o para mal.

.

Tus reacciones determinan tus relaciones

.
Echemos la vista atrás

Luego sigue y analiza las últimas reuniones que has tenido con compañeros, empleados, jefes o clientes. ¿Discutiste con alguno de ellos? Y ahora viene lo más simpático. Después de leer mi pregunta, tu mente ha empezado a decirte todas las excusas que justificaron que saliera tu dragón. No es tu mente, es tu ego. Y si quieres un consejo, no lo hagas, no las aceptes. No estamos analizando si llevabas o no razón o si estaba justificada tu posición de furia o malos modos. No, ahora no es ese el objetivo, sino que seas consciente de que sacaste el dragón a participar en la reunión o la conversación. Y cuando sale el dragón, da igual las palabras que uses, nadie las escucha, el fuego las hace desaparecer.

Lo que pretendo es que empieces a ser consciente de que el dragón existe, que lo sacas de vez en cuando y del efecto que produce, Y aunque el ego pida que lo hagas, ten claro que es él quien provoca que tus relaciones se sitúen en un nivel diferente del que te gustaría.

Te confieso que yo lo sacaba muy a menudo hasta que fui consciente y me di cuenta de que quemaba a todos. Bueno, en mi caso, más que quemarlos, achicharraba vivos a todos con los que me relacionaba. Mi ego se quedaba satisfecho en el momento, aunque mis emociones internas no, porque me generaban en el fondo de mi subconsciente una sensación de tristeza que era difícil de resolver. En mi caso era falta de autoestima que me hacía posicionarme en estados emocionales de debilidad en los que el dragón era mi defensa para que no se notara, pero ya hablaremos de las causas en otro momento que es otro tema muy interesante.

Y vino el cambio de enfoque

Y entonces empecé a cambiar. Lo primero que hice es ser consciente de que el dragón existía, luego darme cuenta de los momentos en que el dragón aparecía. Mas tarde pasé a detectarlo antes de que apareciera, en ese instante cuando estaba a punto de aparecer y le decía “eeehhh te pillé, ahí vienes”. Y empiezo a pensar y me digo: “Antonio, tus reacciones determinan tus relaciones, ¿vas a dejar que el dragón acabe con ésta ahora?”

El paso siguiente fue que empecé a hablar con él y decirle, “no, majete, esta vez no vas a entrar a participar” y, por último, me empecé a enfocar en entender por qué sacaba al dragón. Comprender por qué me había molestado lo que habían dicho, en que me sentía atacado, y a darme cuenta de que, en la mayoría de las ocasiones, solo eran apreciaciones y percepciones mías. La otra persona no lo estaba haciendo con el objetivo de dañarme o hacerme sentir mal. Solo era yo quien lo percibía así. El problema no estaba en lo que decían sino en cómo me lo tomaba yo.

Escuchar y empatizar

Y eso lo cambió todo, porque desde ese momento, escucho más y con más atención. Trato de empatizar y comprender qué intenciones tiene la otra persona al decirme eso. Me esfuerzo en mirar dentro de mí, con el objetivo de comprender qué ha hecho que yo lo perciba como un ataque. Me enfoco en tratar de ver otros ángulos, de buscar soluciones, o algunas veces, simplemente generar una serie de preguntas que me aporten más luz sobre el tema y finalmente entender todo con más amplitud y desde diferentes perspectivas.

Son preguntas simples pero muy valiosas, como por ejemplo ¿Por qué me dices eso? ¿Por qué me lo dices así? ¿Has querido decir que…? ¿El objetivo de lo que me dices es…? ¿Me lo puedes decir de otra forma para ver si lo he comprendido bien? Y por supuesto, con un tono amable, curioso y empático.

A mí me ha funcionado, y hace décadas que trato de cuidar mis relaciones. Mi dragón sigue ahí, pero lleva tiempo aburrido y su fuego es muy débil por falta de uso. Prefiero comportarme como los campos de flores o la playa al amanecer. Me hacen ser más atractivo emocionalmente para los demás. Desde que soy consciente de que mis reacciones determinan mis relaciones todas han mejorado. Cada vez me gusta más relacionarme y disfruto más con las personas. No era un problema que ellas debieran resolver, era mío y cuando lo entendí, todo cambió.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *